Prensa

 

Hemos cumplido 20 años!!! 


GUARAGUAO
Revista de Cultura Latinoamericana
1996-2016 

CECAL-Barcelona

 

 "Guaraguao"

IGNACIO ECHEVARRÍA  | 30/09/2016 |  Edición impresa

 

Fuente: EL MUNDO - El Cultural



¿Sabe usted lo que significa esta palabra, guaraguao? Está en el DRAE, donde se dice que es el nombre que recibe en las Antillas un “ave rapaz diurna, del orden de las falconiformes”. Dice además el DRAE que en Puerto Rico es “el nombre de varias plantas” (!). Pero el término es común en otros lugares de América del Sur, donde designa, según la región, distintas especies de aves, entre ellas el aura gallipavo o buitre americano, de muy llamativa cabeza roja.

Como ve, si no es usted ornitólogo, o naturalista, nada tiene de extraño que ignore qué demonios es un guaraguao.

Claro que la palabra podría sonarle por ser el título de un cuento muy conocido de Joaquín Gallego Lara, notable escritor ecuatoriano fallecido en 1947, a los 36 años de edad. Gallego Lara, activo militante comunista, perteneció al llamado Grupo Guayaquil, que desempeñó un importante papel en impulso y la renovación de la narrativa de su país.

Con ser un autor lleno de interés, es raro, sin embargo, fuera del Ecuador, oír mencionar a Gallego Lara, así que tampoco es preocupante que ignore usted el título de su cuento más famoso.

Pero Guaraguao -esta vez con mayúscula- es, asimismo, el nombre de una “revista de cultura latinoamericana” que el pasado 14 de septiembre celebró en la Casa América de Madrid su vigésimo aniversario, en un acto que se aprovechó para presentar, a su vez, sus dos últimos números (51 y 52-53).

Toda la indulgencia que he desplegado hasta aquí se transforma en severa admonición y reprimenda en el caso de que usted -sí, usted, no se haga el longuis-, a quien tomo por lector más o menos asiduo de suplementos y revistas culturales, no conozca a estas alturas -¡veinte años!- Guaraguao. Y es que esa ignorancia significa que su interés por la cultura que se produce en español a uno y otro lado del Atlántico discurre por los cauces más trillados, los mismos que perpetúan la estrechez y la superficialidad con que esa cultura viene siendo endémicamente observada y consumida.

Creada en 1996, Guaraguao empezó a hacerse en la Universidad de Barcelona, pese a lo cual no puede decirse, ni mucho menos, que sea una publicación de ámbito académico, tampoco nacional, sino que, como bien ha observado Nora Catelli, es una revista “rara”, que ha aglutinado a lo largo de su trayectoria a intelectuales, escritores e investigadores latinoamericanos y europeos de muy distintos palos con el propósito de reflexionar y debatir acerca de la cultura de América Latina en un marco muy ampliado, que excede tanto lo territorial como las restricciones de lo que se entiende comúnmente por cultura humanística.

Bajo la inteligente y tenaz dirección del poeta, ensayista y narrador Mario Campaña, Guaraguao ha resistido todo estos años sin ceder un ápice en su talante indagador, crítico y emancipador, entregando, uno tras otro, gruesos volúmenes siempre llenos de interés, en los que entrevistas, ensayos y documentos oportunamente recuperados o traducidos de otras lenguas (como, por ejemplo, la correspondencia entre Walter Benjamin y Eric Auerbach), conviven con reseñas de libros desentendidas de los dictados de la actualidad y con páginas de creación por las que han pasado autores de toda laya, célebres y emergentes, canónicos y marginales.

Rehuyendo la especialización, abogando por el cruce de perspectivas y fomentando el diálogo y la discusión, Guaraguao es de las muy escasas publicaciones periódicas que asume programáticamente un papel de puente entre España y Latinoamérica, con un tránsito que fluye en ambas direcciones, como se desprende de un simple vistazo a lo sumarios de sus números sucesivos. Sin ir más lejos, el penúltimo incluía un notable dossier sobre los fenómenos poéticos madrileños de las últimas décadas, en tanto que el último contiene otro dedicado a los poetas e intelectuales de la Independencia.

Editada en España por el Centro de Estudios y Cooperación para América Latina, la revista obvia radicalmente la mirada metropolitana y postula la interacción entre centros y periferias, asumiendo la necesidad de perseverar y de profundizar sin miramientos en el proceso aún abierto de descolonización, en su triple dimensión política, económica y cultural.

No dejen de prestarle atención. Y felicidades.

 

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Sant Jordi 2016

 

Editorial Candaya: Mario Campaña - firma de libros en Vilafranca (BCN)









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Julia Kristeva: "El humanismo no es un sistema, es una refundación permanente"


El Mundo - El Cultural 25|09|2015
Entrevista realizada por Jimena Laroche 


Doctora honoris causa por universidades de medio mundo, profesora emérita de la Universidad París VII, especialista en semiótica, psicoanálisis y literatura, la carrera académica de Julia Kristeva (Bulgaria, 1941) es fulgurante. De esta francesa de adopción, alabó el mismísimo Roland Barthes un apetito intelectual inagotable: la “extranjera”, como cariñosamente la llamaba, no daba nada por sentado. Pero también ha escrito ficción, hasta seis novelas. Esta entrevista se produce a raíz de la traducción al español de su Teresa, amor mío. Santa Teresa de Ávila (Paso de Barca, 2015), en este quinto centenario del nacimiento de la santa. A pesar del ateísmo declarado de la una, los raptos de la otra, y de los más de cuatro siglos que las separan, existen muchas semejanzas entre ambas escritoras.

Pregunta.- Publicado en Francia en 2008 y fruto de diez años de trabajo, este libro consiste en un gran 'relato' que incluye ensayo, ficción y multitud de referencias intertextuales. Mediante esta estructura híbrida, ¿quería usted imitar cierto vaivén teresiano?
Respuesta.- Cada vez más, la novela me parece un modo de expresión íntimo y privilegiado. En esta época en que los valores son abstracciones que no nos afectan, es muy importante enraizarlos en algo sensible. El tiempo de hoy es un tiempo numérico, mientras que el psicoanálisis y la literatura son capaces de darnos un tiempo sensible y una palabra encarnada. Por eso practico un tipo de novela inspirada en la novela filosófica francesa del siglo XVIII, la de Diderot, Rousseau y Voltaire, y la de moralistas españoles como Baltasar Gracián. Sin embargo existe una literatura 'religiosa', poco conocida, hecha de testimonios de mujeres sobre sus experiencias místicas a petición de teólogos. En la cima de esta literatura está Teresa de Ávila: es excesiva, genial y dotada de sentido histórico. Así que efectivamente, puede que haya habido cierta ósmosis entre mi escritura y la de Santa Teresa. Pero esta cohabitación de distintos géneros estaba ya en mi manera de concebir la novela.

P.- Al final de su libro, la protagonista escribe una carta a Diderot con la intención de conciliar dos espíritus antagónicos, uno descendiente de la Ilustración y otro de la mística.
R.- Yo soy hija de la Ilustración y me mantengo fiel a la advertencia de Alexis de Tocqueville y de Hannah Arendt: “hemos cortado el hilo con la tradición”. Esto adquiere una especial relevancia en estos tiempos de recrudecimiento de los integrismos religiosos. Algunos colegas míos reaccionan con cierta complacencia, cosa que puede suscitar una actitud de sumisión; otros dicen que después de los atentados de Charlie Hebdo, hay que poner límites a la crítica, no hay que blasfemar para no ofender, etc. Estoy absolutamente en contra de estas posiciones ya que supondría una renuncia respecto al mensaje de la Ilustración. El humanismo no es un sistema, es una refundación permanente, una lucha. Es una 'transvaloración' de valores, como decía Nietzsche. Esto supone conocer esos valores, apropiárselos y cuestionarlos. La Ilustración nos ha legado la 'felicidad de pensar' que, como decía H. Arendt, es la única posible.

P.- Usted propugna la imaginación como un viaje interior con el lema “Je me voyage” como aludía en su novela Meurtre à Byzance (Fayard, 2004), de manera similar al "In via in patria" de San Agustín ("sólo hay una patria: el viaje"). Dice usted también que en este mundo virtual, "el Espectáculo ha matado la imaginación". ¿Vivimos tiempos de sequía espiritual?
R.- Sin duda, estamos hoy ante un déficit de espiritualidad. El viaje amplía la experiencia interior y esto está en el corazón del catolicismo. Entiendo esta espiritualidad como memoria religiosa, no como incorporación de elementos sueltos que se podrían comprar en un supermercado. A la horizontalidad de la red, del marketing y de la información rápida deberíamos sumar la verticalidad del fuero interior. Los que nos consideramos humanistas debemos tomar el relevo de la experiencia religiosa y conseguir de paso que el arte no sea mera decoración, para que la gente no se reseque ni se suicide.

P.- Volviendo a Santa Teresa, ¿cómo puede vivir una experiencia interior y al mismo tiempo estar en el mundo? ¿Cómo estar dentro y fuera a la vez?
R.- Ella vive en una España en crisis, en un Siglo de Oro que pasa por una guerra de religiones entre protestantes y católicos. Construye una manera de estar en el mundo que es a la vez una experiencia interior y un acto político. Funda diecisiete conventos de las Carmelitas Descalzas en veinte años, y predica el enclaustramiento y la austeridad, pero introduciendo alegría en los conventos (“sed alegres, hijas mías...”). Vive eróticamente el amor divino: describe sus éxtasis como algo corporal, localizado más abajo del vientre -lo que viene a ser una explicación obvia del orgasmo femenino-. Va a suscitar un interés nuevo por el cristianismo, al igual que los jesuitas. San Ignacio de Loyola también abrazaba una fe conceptual y sensorial, que le lleva a momentos de ausencia psíquica en los que el místico está antes de las palabras, en una fase de balbuceo infantil que nombra 'loqüela'.

P.- Y Santa Teresa se hace escritora, se propone "hacer esta ficción para darlo a entender" (Camino de perfección, 1567). En esta búsqueda expresiva parece decir las cosas por primera vez: su escritura es una experiencia de libertad.
R.- Teresa era modesta, decía que no era teóloga. No piensa en términos de canon sino que piensa de manera singular, con todo su cuerpo y su vocabulario. Juega con la lengua española para estar en adecuación con lo indecible. En su relación al otro - el "exilio hacia el otro", decía ella - trata de encontrar palabras. Acordémonos de que Teresa tiene orígenes judíos por vía paterna y esto ha motivado una fértil reflexión sobre su fe. Su lenguaje también se enriquece de las palabras que le vienen de su madre, quien le instruye en novelas de caballerías. Así que está en el cruce entre varias tradiciones, judía, cristiana, trovadoresca.

P.- Precisamente, Teresa de Cepeda y Ahumada comparte la misma exaltación idealizadora que ciertos personajes de ficción, como el Quijote o incluso Madame Bovary, pero no enloquece.
R.- Cervantes y Flaubert tampoco enloquecieron, aunque sí sus personajes. La escritura es una manera de sublimar la pasión, es un auto-análisis permanente. Si se calla la pasión, estalla, y la locura se instala. Hoy cuando una se intenta salvar por la escritura, se sucumbe ante el editor y el mercado, hay que adaptarse y negociar. Esto, realmente, no es viajar. Por el contrario, Santa Teresa se vuelca en la superación permanente de sí misma. Y nos dice que no hay otra trascendencia que ese viaje.

P.- "Vivo sin vivir en mí, / Y tan alta vida espero, / Que muero porque no muero". En esta 'dramaturgia del yo', como usted dice, ¿es Santa Teresa precursora de una subjetividad total? Y en ese caso, ¿dónde quedan las convenciones de la Iglesia?
R.- Mujer de fe pero también de negocios, es muy astuta. Aunque corre el riesgo de persecución por la Inquisición, encuentra cómplices entre los jesuitas y los dominicos. No es una anarquista, necesita una institución. Consigue abrirse una vía hacia un fuerte monacato femenino, pero también dice "aquí huele demasiado a mujer". En su óptica de combate y de perfeccionamiento, necesita mujeres fuertes y rechaza a las débiles, las depresivas. Este lado fálico de Santa Teresa le permite afirmar sus convicciones bajo una apariencia de humildad y de modestia.

P.- En plena afirmación viril decía Santa Teresa “no soy mujer, tengo un corazón duro” (Vida, 1560). Pero por otra parte, Teresa retrocede a la infancia cuando nos habla de un Dios que la amamanta y que es padre y madre.
R.- Sí, ella explora toda la gama del erotismo humano, todos sus fantasmas, algunos de los cuales son comunes a otros místicos como San Francisco de Asís, que también mamaba del seno de Dios. Esto es exactamente lo que yo llamo la experiencia interior: permitirse la mayor autenticidad con los propios deseos y poder nombrarlos para que sean compartidos.

P.- Lacan escribió sobre la imagen de la escultura de Bernini, La transverberación de Santa Teresa (1646), que la representa, abandonada, mientras la flecha del ángel le atraviesa el corazón.
R.- Antes de abordar la figura de Santa Teresa, sólo había leído ese par de páginas de Lacan, oscurísimas por cierto. Viene a decir que una mujer goza insaciablemente con todos los órganos y orificios de su cuerpo, pero también goza con una dimensión ajena que la trasciende, y que es el cosmos, el lenguaje, el más allá. Y Leibniz, que afirmaba que cada unidad contiene el infinito, reconocía en la santa española a la precursora del cálculo infinitesimal, cosa que desconocen muchos católicos. Es llamativo que en la séptima morada de Santa Teresa esté Jesús, pero ya no como hombre, sino como una luz cegadora.

P.- Considera la religión como una necesidad antropológica (Esa increíble necesidad de creer, Paidós, 2009) y el diálogo interreligioso como el único modo de dar un sentido a Europa: ¿para cuándo el próximo renacimiento?
R.- No estamos ni en el Barroco de Santa Teresa, estamos en la Edad media, o sea, lejísimos de un hipotético renacimiento. Razón de más para rehabilitar figuras como ella. Es imposible abrir vías de diálogo o una renovación europea si no nos apoyamos en la memoria. Una memoria europea múltiple - cristiana, judía, griega, musulmana- que hay que someter a reevaluación en el contexto de estas crisis modernas. Hay que salvar a Europa, de eso se trata.

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Julia Kristeva: "Se ha perdido la moral del corazón"


La Vanguardia Cultura 23/09/2015 - 17:10h
Entrevista realizada por Carmen Sigüenza



Madrid, 23 sep (EFE).- La escritora francesa de origen búlgaro Julia Kristeva, filósofa, psicoanalista y una de las intelectuales europeas más prestigiosas, lleva estudiando la vida y obra de Santa Teresa de Jesús más de diez años, "con el deseo de que la gente pueda conocer hoy la experiencia interna" de aquella mujer.

"Hoy estamos en una crisis de valores total, en Europa concretamente; solo hay que ver el tema de los refugiados. Necesitamos riqueza interna y espiritual, y Santa Teresa es un gran ejemplo de iluminismo y humanismo. Se ha perdido la moral del corazón y la necesitamos más que nunca", asegura a Efe Kristeva, una pensadora atea.

Este profundo estudio y conocimiento sobre Santa Teresa -Kristeva llega a decir que siente a Teresa "como una realquilada"- lo acaba de plasmar la filósofa en el libro "Teresa. Amor mío", que se publica ahora en castellano por Paso de Barca.

Un relato biográfico de la santa pero transformado en novela, sobre la amorosa aventura de una mujer de hoy, Sylvia Leclerq, álter ego de Kristeva, que en una misión sigue minuciosamente, desde Francia y con cinco siglos de distancia, los pasos de una enigmática mística de la Contrarreforma española.

Todo un homenaje a Santa Teresa de Jesús, coincidiendo con la celebración del 500 aniversario del nacimiento de la mística.

La autora de "Las nuevas enfermedades del alma", que antes solo conocía a Santa Teresa por Lacan, quien consideraba a la mística como un ejemplo del gozo femenino, y gracias a la escultura "El éxtasis de Santa Teresa", de Bernini, explica que no quería abordar a la religiosa "desde el ensayo, con conceptos psicoanalíticos, sino con la novela, que puede trasmitir las ideas de forma más sensible".

Pero, aun así, el texto está trufado de textos originales de Santa Teresa "para que el lector vea lo que ella sentía y cómo lo decía, porque estamos hablando de una mujer escritora".

"Es muy importante su capacidad para explicar todo lo que le sucedía, sus éxtasis. Es una extraordinaria escritora que habla de cómo vive su unión con Jesús, del gozo y el dolor que le provoca esta unión. Apela a Cristo como hombre, y es un hombre que está muerto en la cruz y vive en su propia carne la violencia de la mortalidad de alguien al que ama", sostiene la autora.

"Se transforma en una escritora que habla de su experiencia interna -continúa-, que es lo importante para cada uno de nosotros, porque todos tenemos heridas provocadas por la falta de trabajo, la salud, las heridas familiares o la muerte... Y no sabemos cómo poner en palabras lo que vivimos".

"Hoy sufrimos un déficit de experiencia interior. Internet permite llegar rápido, pero impide llegar al interior. Hay filosofía, biología, ciencia, pero eso no llega al interior" , argumenta.

Y Kristeva pone el ejemplo actual de los refugiados, que están cruzando las fronteras europeas en busca de un bienestar y huyendo de la guerra, para hablar de este mundo que ha perdido la palabra y los valores.

"Todas los temores de la gente a los que vengan, que les quiten algo, su trabajo, sus tierras, sus miedos o las preguntas que se hacen, son legítimas, pero son la muestra de que los corazones se han secado; porque lo que habría que hacer es recibirlos de una forma natural y ver en nuestro corazón lo que es legítimo y lo que no", precisa.

Kristeva recuerda que Santa Teresa era un mística excepcional que se recogía con las lecturas, con la pasión de sus oraciones y con la música, la pintura o la escultura, pero a la que la entusiasmaba también la comida exquisita o todo lo contrario, el ayuno, alguien que sentía su cuerpo vivo.

"El cuerpo no deja de participar en el juego y participa mucho" o "No somos ángeles, tenemos cuerpo", escribía Teresa.

"Ella introduce en la fe católica una gran sensualidad y un gran sentido del momento histórico", añade la pensadora, al tiempo que reivindica a Santa Teresa.

"Hay una gran urgencia -recalca- para que nuestros intelectuales en Europa reivindiquen el humanismo del Siglo de las Luces, de recrearlo; de reinterpretar todo lo que es la religión, sin ser complaciente con ninguna de ellas".

"Se trata de tomar en serio las experiencias que han fundado nuestro pasado y que están en la cultura, en la música o en la pintura. Hacer memoria y ponerlo todo en cuestión", concluye.




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EL IMPARCIAL | Reseña de Inmaculada Lergo Martín
 

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Llegir en cas d'incendi | Reseña de Sebastià 

 Bennasar 
 
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Cadena Ser | Punt de llibre| Entrevista a Mario Campaña | 4 de octubre de 2014


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Agencia EFE | Cultura | 24 de junio de 2014


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La Vanguardia | Cultura | 26 de junio de 2014 

Mario Campaña: "La literatura maldita es una crítica radical a la modernidad"

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Revista Lee+ de Gandhy | México | 6 de marzo de 2014

 

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La Vanguardia, 23 de abril de 2014

 "La Cualidad Humana"
 de Ángela Volpini

CECAL - Paso de Barca





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Reseña realizada por la profesora MERCEDES LÓPEZ-BARALT de la Universidad de Puerto Rico


Chasqui: Revista de Literatura Latinoamericana. Arizona State University, no. 42.1 (mayo 2013): 236-237.

“Dulce canoro cisne mexicano”: La poesía completa de Carlos de Sigüenza y Góngora. 

 

Editor: Daniel Torres 
Paso de Barca, 2012, 244 pp.
ISBN: 9780-9852-7901-1.


Como estudiosa de la literatura colonial, celebro con alegría la publicación de la edición anotada y modernizada de la poesía completa del poeta colonial Carlos de Sigüenza y Góngora por el escritor puertorriqueño Daniel Torres, crítico y catedrático de la Universidad de Ohio. Porque el libro cumple con una asignatura pendiente de la crítica, que hasta ahora había privilegiado la prosa del poeta novohispano. Con gran tino, Torres ha puesto el acento en su poesía. Si bien ésta había sido publicada en 1931 en Madrid por lrving Leonard, ahora tenemos en nuestras manos su corpus completo debidamente anotado, contextualizado y precedido por un prólogo iluminador, titulado: "La construcción de una identidad criolla en la poesía de Carlos de Sigüenza y Góngora". La edición que nos ocupa parte de la de Leonard, pero sigue de cerca, consignando variantes significativas, todas las ediciones de la poesía del autor novohispano disponibles hasta el momento.

La primera frase del título de la edición de Torres procede de un soneto de Sor Juana, quien nombra a Sigüenza y Góngora como "Dulce canoro cisne mexicano". Este poema laudatorio de una pluma coetánea, tan magistral como la de la autora del Primero Sueño, pone la primera piedra en el proceso de consagración del poeta, que hoy Daniel Torres cierra con broche de oro. El corpus poético del libro que nos ocupa contiene diversas obras, escritas entre 1668 y 1683: un soneto metaliterario sobre la trascendencia de la poesía, gracias a la fama que ésta convoca; Primavera indiana, poema homenaje a la Virgen de Guadalupe; un romance en el que el poeta suplica al sol, encarnación del tiempo, nuevas horas para escribir; Glorias de Querétaro, elogio hiperbólico del templo de la Guadalupe en dicha ciudad y Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe, una versión colonial del género de consejería real abundante en la España del siglo XVII, en el que Sigüenza y Góngora, como Guarnan Poma en su Nueva coronica de 1615, recomienda al Virrey de la Nueva España un buen gobierno, esta vez basado en las virtudes de los emperadores aztecas; Triunfo parténico, recopilación de poemas que celebran el dogma de la Inmaculada Concepción de María; y Oriental planeta evangélico, un panegírico a San Francisco Javier, apóstol jesuita que cumplió su labor misionera en el extremo Oriente. 

Ahora bien, ¿desde qué óptica aborda Daniel Torres la poesía de Sigüenza y Góngora? O, para decirlo de otra manera, ¿cuáles son los méritos que abonan a la consagración del poeta? Porque el libro que nos ocupa no puede despacharse como la nueva recopilación de un corpus poético; ni siquiera como una estupenda edición anotada de una obra que merece rescatarse del olvido. Esto no es poco, pero el libro de Torres va más allá. En su ensayo introductorio puntualiza la aportación seminal del poeta no sólo a las letras coloniales, sino hispanoamericanas. Para lograrlo, vuelve a la idea matriz de su libro de 1993, El palimpsesto del calco aparente: una poética del Barroco de Indias: la diferencia americana con respecto de la metrópolis española, que singulariza a nuestra literatura colonial. Porque la obra poética de Sigüenza y Góngora constituye un peldaño fundacional en la construcción literaria de la identidad criolla; en este caso, de la mexicanidad. Torres aborda las huellas de este proceso en sus versos a partir de la perspectiva poscolonial, con sus nociones de hibridez (Homi Bhabha), el desplazamiento del subalterno frente al centro del poder (Walter Mignolo, Guha Ranajit y John Beverly) y las tretas del débil que desafían el discurso dominante de la metrópolis (Josefina Ludmer).

Vale detenernos, de la mano de Torres, en un momento textual en el que el poeta novohispano recrea, con exquisitez lírica, la escena emblemática del mito de la mexicanidad: el milagro del Tepeyac. Me refiero al poema Primavera indiana, que recrea la aparición de la Virgen de Guadalupe con su manto estrellado en la tilma del indio Juan Diego, en medio de una lluvia de rosas. Mito que pretende desplazar la alegoría azteca de la fundación de Tenochtitlán, cuando el águila se posa sobre el nopal en la laguna que inundaba lo que hoy conocemos como Ciudad de México. Torres considera –y lleva razón– este pasaje como "uno de los más memorables de la lírica indiana".

La Virgen –“soberana Pandora de las flores”– conmina a Juan Diego a mostrarle a Cristo, en una imagen que anticipa las vanguardias, la “portátil primavera” que lleva en su tilma: 

Hácelo así, y al descoger la manta,
fragante lluvia de pintadas rosas
el suelo inunda, y lo que más espanta
(¡oh maravillas del amor gloriosas!)
es ver lucida entre floresta tanta,
a expensas de unas líneas prodigiosas
una Copia, una Imagen, un Traslado
de la reina del cielo más volado.

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No, no pinten la imagen resplandores,
que jactan por origen, el luciente,
de los bronces torneados entre albores,
alcázar patrio de la luz naciente:
ya fogosos cedieron sus ardores
con pecho airoso, en culto indeficiente,
cuando a vista de un águila María
púrpura al viento, emulación dio al día.


El locus amoenus, paisaje clásico de eterna primavera que adorna milagrosamente la tilma del indio en diciembre, constituye nada menos que el “alcázar patrio de la luz naciente”. Daniel Torres destaca la frase, pues la Guadalupe ha escogido a México para realizar su milagro. En un momento emblemático, el poeta nombra a la Virgen “Águila María”, fundiendo cómodamente dos símbolos opuestos y altamente identitarios (la Virgen católica y el águila del mito fundacional azteca) en un solo sintagma. He aquí, señala Torres, la hibridez que caracteriza al fenómeno colonial según Homi Bhabha, y que crea la fisura de un espacio intermedio que tiende puentes entre dos culturas. No en balde Sor Juana nacionalizó al “dulce canoro cisne” con el adjetivo “mexicano”.

A la lectura deliciosa de la edición de Daniel Torres contribuye un aparato erudito diáfano, que cumple su intención de iluminar los poemas con notas oportunas de diversa índole (definiciones de términos cultos o arcaicos, procedencia de los poemas, alusiones a la mitología azteca), sin ensombrecerlos. Quisiera aludir a un ejemplo simpatiquísimo. Se trata de la restauración de la frase final del poema, que nos obliga a reflexionar sobre la dimensión metaliteraria de Primavera indiana. En un arranque pionero y autorreferencial de modernidad, Sigüenza se rinde ante la imposibilidad de asir lo inefable, y le ordena a su pluma que cese en su empeño de celebrar a la Virgen, pues es "tanta Reina", que sería irreverencia intentar apresar su fulgor con la palabra:

Basta, pluma, reprime el afectuoso
conato heroico de tu vuelo ardiente,
rémora sea al curso presuroso
de tanta Reina el resplandor fulgente:
pues será si pretendes, este hermoso
prodigio, investigar irreverente
querer escudriñarle al oro venas,
al cielo rayos, o a la mar arenas.


Una tenue ironía aroma este vano intento de frenar su escritura, y es que el poema ya está escrito. Lo confirma la rúbrica que le pone final: una frase del autor que añade Torres a la versión de Leonard, tomándola oportunamente de la edición príncipe de 1668. Enternecedora por escueta, inesperada y preñada de la satisfacción de un trabajo bien hecho, la frase de Sigüenza sólo dice: “Ya escribí”. Es decir, misión cumplida.

También la de Daniel Torres, y con creces. Mucho le agradecemos haber engarzado una joya de nuestra literatura colonial en una edición espléndida.